Bodas diferentes (Parte 2)

La boda oriental. Cuando hablamos de bodas orientales nos referimos principalmente a las celebradas por personas asiáticas, como pueden ser las chinas. Suelen ser celebraciones sin ostentación, aunque este aspecto ha cambiado mucho en los últimos años.

La boda china tiene como protagonista el color rojo, que es un símbolo inequívoco de amor y prosperidad. Este color predomina en los vestidos de los cónyuges, en la decoración, en las invitaciones o envoltorios de los regalos. Pero antes de colorear así toda la parafernalia nupcial, el largo proceso del casamiento comienza con la entrada en acción de un intermediario entre las familias, que se encarga de todos los trámites de la pedida de mano.

La novia se prepara para el gran día recluyéndose en una habitación apartada, rodeada de las amigas más cercanas y entonando lamentos y lloros por la pérdida de su familia. El novio, por su parte, se encarga el día antes de la boda de instalar la cama nupcial.

En comparación con todos los preparativos y preámbulos anteriores a la boda, la ceremonia en sí es mucho más simple. Los desposados acuden al altar familiar para homenajear a los ancestros y a algún que otro dios y allí mismo comparten ciertos alimentos. Después son conducidos a la cámara nupcial, en la cual se aposentan y reciben a invitados durante uno, dos y hasta tres días.

Las familias de los novios se intercambian regalos unos días antes de la ceremonia. Casarse en China es buscar la armonía no sólo con el cónyuge sino también con el cielo, la tierra y la humanidad.

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