Para la elección del vino de una boda, se suelen incluir al menos dos variedades del mismo. Para poner un ejemplo, lo habitual suele ser:
– Con las entradas: empezamos sirviendo el Vino Blanco.
– Con el plato fuerte (si es carne): un Vino Tinto de menos cuerpo.
– Para los quesos: un Vino Tinto de más cuerpo.
Podemos clasificar los vinos según varios criterios. Si lo hacemos por el color, los tenemos de tres tipos: tintos rosados y blancos. Si lo hacemos por su edad, la clasificación cambia a: sin crianza (vinos del año), crianza (un año al menos en barrica de roble), reserva (un año al menos en barrica de roble y 2 más en botella) y gran reserva (más de dos años en barrica de roble y más de tres en botella).
Debemos tener en cuenta que el vino no es mejor por tener más años, eso es un error. Al ser un producto «vivo» tiene un punto óptimo, a partir del cual puede empezar a estropearse. La edad del vino se mide por su añada (año de cosecha).
En lo que se refiere a su graduación, un buen tinto no debe tener más de 13 o 14 grados; los blancos de 10 a 11. Aunque tenemos excepciones.
Una última clasificación que podemos hacer es según el tipo de vino: afrutado, seco (poco azúcar), dulce (mucho azúcar) o espumoso (como el cava).