Damas de honor: ¡fuera espíritus malignos!

La dama de honor antiguamente no era lo mismo que la de ahora. Antes tenían la costumbre de vestir muy parecidas a la novia y acompañarla como fieles escuderas hasta el pueblo del novio, por si los pretendientes que habían sido rechazados pudiesen causarle algún daño, secuestrarle o robarle el dote. También los asistentes masculinos a la boda vestían de manera similar al novio, apartando así la mala suerte de los espíritus malignos, confundiéndoles sobre quién era el verdadero novio.

A día de hoy, la dama de honor ayuda a la novia con cualquier asunto relacionado con la organización de la boda. Puede realizar multitud de tareas, encargarse del traje, hacer las invitaciones y recordatorios, acordar citas para los novios… Es el principal apoyo de la novia durante estos días tan estresantes. La carga de trabajo es tan grande que por eso hay más de una dama de honor, y tienen que ser de gran cercanía a la novia, debido a la importancia de la tarea.

Es la “dama jefe”. Si estuviese casada, el nombre cambia a “matrona de honor”. Esta distinción de estar o no casada, viene de una tradición de seleccionar damas de honor entre las más jóvenes en edad de casamiento. A día de hoy, las damas de honor júnior son chicas que la novia quiere que participen, aunque no tienen porque estar en edad de casarse.

Hay una famosa expresión que es “Siempre una dama de honor, nunca una novia”. Quiere decir que una mujer que nunca se case, está dañada por los espíritus malignos que la atacaron cuando ésta era dama de honor, confundiéndose con la novia.

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